El porcentaje de padres que se alegran al descubrir que su hijo es gay es francamente muy pequeño. Si el padre en cuestión es un hombre de valores morales tradicionales, una sospecha como ésa puede convertir un agradable día familiar de Pascua en un molesto infierno particular en el que este hombre descubra, muy a su pesar, hasta dónde es capaz de llegar por su hijo.